Tras un vuelo sin incidentes, llegamos al aeropuerto de Santa Cruz a las 4.30 de la mañana, tras 11 largas horas de vuelo. Aprovechamos para comprar en una tienda del aeropuerto (abierta a esas horas) la, hoy en día, imprescindible tarjeta SIM del país.
Nos hospedamos en el hotel Cosmopolitano, un oasis en el centro de la ciudad de Santa Cruz de la Sierra. Una ciudad con más sombras que luces, ya que aunque guarda la cuadrícula original de la ciudad colonial y tiene todavía muchas casas antiguas porticadas, sin embargo la mayoría o están en mal estado o destruidas, y aunque quedan algunas casas coloniales restauradas muy bonitas, la mayoría son cafeterías u hoteles. En todo caso el intenso tráfico, sin respeto para el peatón y la contaminación hacen la ciudad incómoda para el turista.
A media mañana después de una largo paseo, callejeando por la ciudad, visitando el mercado Nuevo, mercado del Pozo, muchas callejuelas llenas de puestos de todo tipo, aquí se les llama cachimbaqueros, hicimos una parada en el Bar Berni.
Nos contaron que el principal hobby de los locales es la gastronomía y eso se nota y mucho, así que a mediodía disfrutamos de un exquisito chuletón en el Rte El Arriero, donde, además, dado que con un plato para dos es mas que suficiente, la cuenta suele ser muy razonable.
Tras la bajada y llegar al refugio de Los Volcanes quedamos maravillados. El paisaje parece sacado de la película Avatar, con las gigantescas montañas cayendo a plomo hacia la zona donde estaba el refugio: una gran pradera despejada, rodeada de estas inmensas montañas. Llama a la atención los contrastes de la naturaleza el verde intenso de la pradera con el rojo de la montaña. así como los animales sueltos en la pradera: hermosos caballos de color blancos, negros y marrones El sitio perfecto para un retiro espiritual, un lugar que invita a la paz y a la calma, es un sitio ideal para estar tranquilo, retirarte y desconectar de el mundo, estar en contacto con la naturaleza y por qué no también en contacto contigo mismo. Además puedes hacer unas maravillosas marchas hacia la selvatica montaña. Nosotros hicimos casi todas las rutas: Sariri, Orquideas, Loros y Condor, además de las diferentes rutas a las cascadas. La única que no hicimos fue la de la cumbre (y bien que lo sentimos). Vimos loros, una serpiente coral y algún lagarto.
También nos gustó conocer el Refugio de los Volcanes y conocer las historias que nos contaron los responsables del refugio, los huéspedes y otras que hemos imaginado.
Por la mañana comimos en S. Javier y por la tarde nos dirigimos a Concepcion donde nos alojamos en el Hotel Concepción. Por la tarde fuimos a misa a las 19.30h, la Iglesia estaba llena de gente del pueblo y muchos jóvenes. Después fuimos a cenar a Casa Lupe, en un patio donde la dueña y nuestro guía nos contaron anécdotas e historias del lugar.
19 Octubre. S.Ignacio- S.Miguel-Santa Ana: Llegamos a S. Ignacio que es el pueblo más grande de la zona, su iglesia se pensó como para que fuera la Catedral y por eso se reconstruyo en los años 60 sin excesivo cuidado, ahora es la única que no es Patrimonio de la Humanidad.
Nos alojamos en el Hotel La Misión. Unas preciosas columnas de madera nos reciben a la puerta, algunas de esta figuras son músicos. En el Hotel se están preparando para la fiesta del Remate, una feria de ganado donde se puja por las reses, vacas de razas nellore, brahaman, guzeral. La feria comienza con La Cabalgata, un recorrido que hacen las familias montadas en sus caballos. Es una zona donde se mantienen tradiciones ganaderas, las paradas y desfiles a caballo.
Gracias a nuestro guía Don Pepe, además de las iglesias, descubrimos la región de la Chiquitania, una zona donde se mezclan antiguas comunidades indígenas con gente nueva, muchos descendientes de españoles, pero también comunidades exóticas como los menonitas y amish o colonias japonesas. Todo ello en una zona de grandes cultivos y grandes dominios ganaderos, en una selva transformada en sabana.
También descubrimos bebidas, pescados y comidas locales y sobre todo a los habitantes que son felices, muy amigables y simpáticos. Lo peor las carreteras que, aunque en general son buenas, las que unen poblados mas pequeños son de gravilla suelta, lo que hacía los desplazamientos lentos. Eso si nos dio la oportunidad de ver a la fauna local como hurones, coatíes, lagartos y rapaces.
20 de octubre: visitamos las Iglesias de S. Miguel, S. Rafael y Santa Ana, está última fue construida íntegramente por indígenas. Esta población tiene 700 habitantes y 135 son músicos. Tenemos la suerte de que Luis, "Luichin" toque el órgano de la Iglesia solo para nosotros. la gente no puede ser mas amable y cercana. Conocimos también a la Sra Enma que nos ofreció un rico café. Iniciamos nuestro regreso a S. Ignacio por un camino de tierra y desde allí al día siguiente volvimos a Santa Cruz en un largo viaje de 7 horas, que se hizo ameno gracias a la música y a las historias y anécdotas que nos iba contando nuestro guia D. Pepe Valverde. El hizo que esta zona del viaje fuera inolvidable: pasamos por la Hacienda de Hans Ertl Graetzel, fotógrafo y cineasta alemán en la época nazi, que se asilo en Bolivia con su familia.
Paramos en un Rte donde comimos pescado surubi y pacri.
Siguiendo el recorrido paramos en la Hacienda de Osvaldo Saldaña, quien nos preparo un rico somó: maíz con agua, canela y clavo.
También en este recorrido tuvimos el privilegio de leer las cartas entre Luis y Francis Dupont, donde habablan de como se restauró el órgano de la Iglesia de Sta Ana.
Sabado 21. Sta Cruz de la Sierra-Sucre.
Cenamos en el Rte Chalet la Suisse. Antes de coger el avión para Sucre subimos al campanario de la Catedral en Sta Cruz, tiene unas vistas bonitas de Sta Cruz y de la plaza 24 de Septiembre.
Llegamos en avión a Sucre. Aunque la entrada, a la ciudad, cómo en todas las ciudades bolivianas no puede ser mas triste ni pobre, sin embargo el centro de la ciudad es precioso: palacios, casas coloniales y muchas iglesias, todo en blanco y albero, recuerda a algunas ciudades extremeñas y andaluzas. Es Patrimonio de la Humanidad. Por desgracia llegamos un sábado por la tarde, con la mayoría de los monumentos cerrados, por lo que nuestra visita se limitó a pasear y vivir el ambiente de la ciudad que realmente es fascinante con restaurantes y cafeterías, más para turistas que para locales pero muy bonitas ya que todos son en antiguos palacetes.
Nos alojamos en el Hotel de su Merced, una antigua casona con un patio andaluz lleno de flores
Nos tomamos una cerveza Huari en la terraza de el Purgatorio que pertenece a un bonito hotel. Luego nos fuimos a cenar al café Flori, en el patio a la luz de una vela acompañados por la música de un Dj. Sábado noche con un gran ambiente festivo por las calles.
Al día siguiente domingo, y tras alquilar un autobús junto a un trio de simpáticos italianos que conocimos en el hotel (¡Si alquilamos un viejo autobús de 40 plazas entre 5 personas y encima nos salió bastante barato!), fuimos a visitar el mercado de Tarabuco, que teóricamente es el mayor mercado rural y popular en todo América del Sur, pero realmente nos decepcionó ya que no es un gran mercado, aunque si que de verdad es rústico y, claro, muy pobre, vendiendo sobre todo ropa. Y aunque hay algunas tiendas con ropa de mayor calidad, la mayoría de los puestos son de ropa barata, toda clase de trastos, (incluso se venden alpargatas usadas) y comida. Cuando llegamos ya estaban empezando a recoger y la gente estaba comiendo en unas condiciones de salubridad penosas.
Comimos en un Rte local y después tomamos frutas y café en el Rte Pukara Wasi.
De vuelta a Sucre, ya domingo por la tarde, fuimos a pasear, visitar algunos miradores y ver el ambiente de domingo en el Parque Simón Bolívar, que nos recuerda un poco a la vida que tienen los latinos en Madrid: muchísima gente bailando danzas tradicionales, con todas las familias comprando comida, tomando chuches, contentos, amables y engordando un poquito.
Era el cumpleaños de Villa, nos tomamos una cervecita en la terraza de la Basílica de S. Francisco y cenamos en el Rte La Taverne. Terminamos en el café Fiori hablando de como nos había gustado Sucre y con la sensación de que teníamos que haber estado más tiempo.
Lunes 24 salimos en autobús hacia Potosí en un viaje de 3h que resultó de la más pintoresco. En cada parada del autobus entraban cholitas, vendedores a ofrecer chuches, golosinas y helados, algunos se bajaban en esa misma parada y otros se quedaban como pasajeros hasta la siguiente. A mitad de camino se desató una tormenta y empezó a entrar gran cantidad de agua por la escotilla que estaba casi encima nuestro, un pasajero fue a protestar y el conductor, mientras seguía conduciendo, se encerró en su cabina. Cuando la lluvia amainó, otro pasajero fue a pedirle al conductor que parara para hacer pis, así que estuvimos un par de minutos parados en la carretera esperando que al hombre desaguara. Al final entró un encorbatado vendedor de colágeno que parecía uno de esos charlatanes, vendedores de ungüentos-que-curan-todo del salvaje Oeste Americano. Durante 20 minutos hecho un rollo, (la verdad es que no lo hacia mal), sobre las bondades del colágeno y al final unos cuantos de los pobres campesinos completamente analfabetos acabaron comprando algunos botes a un precio nada barato. El viaje por lo demás transcurrió entre las montañas y altiplanos andinos: una zona de margas yesíferas y arcillosas con montañas de pizarra; la rala vegetación estaba compuesta por algunos eucaliptos en las partes altas y en las partes un poco más bajas crecían unos pocos falsos pimenteros -no sabía yo que este arbolito fuese tan resistente- y algunos arbustos espinosos llamados thola.
Una vez en Potosí, la entrada es igual de fea que en Sucre: casas a medio construir de ladrillos y un urbanismo abigarrado y absolutamente anárquico. Pero el centro de Potosí, como el de Sucre, es muy bonito, aunque un poco más invadido por el tráfico y la contaminación qué el de Sucre, pero también con multitud de preciosas iglesias, casas coloniales y campanarios. Pudimos visitar la Iglesia de San Francisco de Asis, el mirador de la Iglesia de la torre de la Compañia de Jesus (todas preciosas) y la catedral donde tuvimos la inmensa suerte de poder disfrutar de un concierto de Música Barroca, qué fue lo que nos faltó por ver en la selva chiquitana. Es increíble cómo también en estos altiplanos con condiciones de vida dificilísimas se han conseguido mantener el amor por la música del siglo XVIII que trajeron los antiguos misioneros.
También pudimos visitar el interesante museo de la Casa de la Moneda dedicado sobre todo a la plata que salió de sus minas y como se trataba esta para hacer monedas.
Martes 25. Por la mañana visitamos las minas de Potosí, una visita durísima física y psíquicamente, que no se parece en nada a las visitas de minas que se hacen en España. Los mineros estaban trabajando durante la visita y cuando venia una vagoneta te tienes que apartar, con el problema de que casi nunca hay espacio para que pasen a la vez la furgoneta y el turista, con lo que habitualmente tienes que correr hacia atrás o hacia adelante para buscar una zona un poco mas ancha de la galería y puedas apartarte para que pase la vagoneta empujada a toda velocidad por un minero. Además las galerías en muchas ocasiones miden menos de 1.50 mts de altura con lo que tienes que ir continuamente agachado (y a veces corriendo), y, dado que los mineros están trabajando, hay explosiones en la lejanía. Por ultimo la visita era a dos diferentes cooperativas mineras y el paso de una a otra era por pasadizos muy inclinados, que tienes que pasar o a gatas o arrastrándote. Cuando por fin salimos al exterior tuvimos sentimientos encontrados: alivio por ver el sol y desazón por las horribles condiciones de vida de los, por otra parte bien pagados (para el pais) mineros.
Por la tarde nuevamente cogemos un autobús con destino a Uyuni. Esta ves en un autobús un poco menos destartalado y sin feria de vendedores. El paisaje se va haciendo cada vez mas desértico y solo crecen las tholas, un arbusto parecido a un romero grande, pero sin olor y sin, hasta donde yo se una bonita floración y empiezan a aparecer las jaras, que no tienen nada que ver con las mediterráneas, las de aquí son como mechones de hierbas altas (de 10 cm a medio metro), salpicados aquí y allá.
Sin mas incidencias llegamos a Uyuni, una ciudad feuchilla, aunque se aprecia en los mas grandes edificios, (también de ladrillo de construcción visto) y las mas amplias calles, un cierto mayor nivel económico, debido al turismo que genera el Salar de Uyuni.
Miercoles 26: partimos hacia el Salar, aunque antes vamos a visitar, en las afueras de Uyuni, el cementerio de trenes abandonados. Estos trenes proceden de antiguas vías férreas que antes iban todos las días hacia Argentina, Chile, el Centro, el Norte y el Sur del país, pero poco a poco por cuestiones económicas estas rutas fueron desapareciendo y los trenes fueron abandonadas allí hace ya más de 50 años, ahora están tranquilamente a la intemperie oxidándose lentamente y ofreciendo un paisaje atractivo para hacer fotos a los turistas.
Tras la visita al cementerio de trenes, nos internamos en el Salar de Uyuni. Sobre este existe una leyenda de origen aimara que habla de 3 dioses antiguos: Tumpa, Kusku y Kusina según se recuerda todavía en el suroeste de Bolivia. Kusku marido de Tumpa engañó a esta con Kusina que cuando se enteró se puso a llorar. Las lágrimas de Tumpa fueron de tal calibre que dieron lugar a un gran lago salado. Han pasado los siglos pero aquel lago de lágrimas sigue exactamente en el mismo sitio, aunque escondido bajo un gran estrato de sal. Se le conoce como salar de Uyuni.
Sea por fenómenos naturales o sea por las lágrimas de Tumpa el resultado es que el salar es una maravilla como no hay otra en el mundo. Con una extensión de 12000 kilómetros cuadrados o sea unos 120 × 100 kilómetros, de meseta plana completamente cubierta por la sal, salvo por algunas "islas", que son pequeñas montañas coralinas (aunque hay tubos de lava), maravillosas, en las que se ven cactus gigantes centenarios. La sensación allí es de estar en un lugar mágico e irreal. En alguna zona y a pesar de estar en época seca, todavía quedaban zonas con algo de agua cubriendo la capa de sal. El efecto espejo, hace aún mayor la sensación de estar en otro mundo. (Por cierto que por allí andaban también los italianos con los que acabamos compartiendo una botella de vino). Sin duda y a pesar de que empieza a masificarse, un lugar que todo viajero debería visitar alguna vez en la vida
En los dos dias siguientes nos internaremos en el desierto de Siloli. Visitaremos previamente la ciudad minera de San Cristobal y posteriormente el cañon de Sora, con vistas impresionantes. Por abajo corre un rio al que por su parecido llaman la anaconda dormida. Posteriormente visitamos la bella Laguna Negra o Katal, donde vimos a un halcón intentando cazar a una golondrina. (No sabemos como acabo). Tras un agradable paseo volvimos al coche y, tras bajarnos a hacer unas fotos al Valle de Rocas, llegamos al hotel Malku Cueva, tras una larga y dura jornada de 4×4 en el desierto.
En el hotel coincidimos con una agradable pareja española que desde que se jubilaron se dedican a hacer viajes de muchos meses sin destino fijo. Con ellos se nos hizo muy agradable la velada de la fría noche.
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Valle de Rocas
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Al día siguiente y en otra agotadora jornada de 4x4 a través del Parque Nacional Eduardo Avaroa, visitamos los geiseres Sol de la Mañana, la Laguna Verde con el Volcán Licancabur al fondo (que ya conocíamos de nuestro viaje a Chile). A la ida y a la vuelta se puso delante del coche un zorro mendigo, que nos miraba con ojos de carnero degollado imaginamos que para ver si le caía algo de comida. Seguimos a las Termas de Polques, donde me di un agradable bañito en un agua cálida, a pesar del frio bajo cero del altiplano y el viento que hacia a la intemperie. Fuimos a ver el Árbol del Desierto y la maravillosa Laguna Colorada a la que tuvimos la suerte de ver colorada y llena de flamencos. La lastima es que se vuelve colorada cuando hay mucho viento, -dado que remueve el plancton de la laguna que es el que da ese característico color- y ese mismo viento es el que te impide estar allí contemplando la laguna durante horas como se merece.
Por ultimo vuelta a Uyuni para, a toda prisa, darnos una ducha y coger un cómodo autobús cama hacia La paz
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Laguna rodeada de jaras |
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Laguna Roja |
Muy cansados después de tanto 4x4 y de lo poco que pudimos dormir en el autobús cama, llegamos antes de despuntar el alba a La Paz. Nos fuimos a las 6 de la mañana a nuestro hotel, el hotel Patio de Piedra Boutique, dónde afortunadamente y por un suplemento de 25 dólares nos permitieron pasar a la habitación a esas horas de la madrugada y así pudimos completar el descanso para empezar al siguiente día nuestro tour con fuerza
28 de octubre: empezamos nuestra visita a La Paz, a El Alto y a las cercanas ruinas de Tiahuanaco.
Cogemos las líneas del teleférico que han construido recientemente, que son diferentes líneas, entrelazadas, parecida a un metro, solo que va por los aires y que conecta los diferentes barrios de La Paz con el centro y también con El Alto.
Empezamos nuestro recorrido en La Paz, yendo a un teleférico que nos dejó cerca del cementerio, de donde salía el bus-colectivo para Tiahuanaco. Tuvimos la suerte que estábamos cerca del día de todos los santos, así que las tumbas estaban llenas de flores y el cementerio lleno de gente limpiando y ornamentando las tumbas y recordando a sus familiares difuntos. Tras la visita cogimos un minibús que no se iba a llevar a Tiwanaku o Tiahuanaco, que son unas ruinas de diferentes civilizaciones preincaicas desde hace más de 2000 años. La visita nos decepcionó un poco porque habíamos visto previamente fotos de Tiahuanaco muy espectaculares, pero realmente está en pie muy poquito de lo que fuera la ciudad, tal vez cuando se acaben las excavaciones dentro de 40 o 50 años y salga a la luz todo lo que haya enterrado si que sea una visita espectacular. A día de hoy yo creo que es una visita que te puedes saltar. En el viaje de ida en el pequeño y abarrotado minibus coincidimos con un grupo de 12 o 15 chicas estudiantes adolescentes qué iban con su profesor de viaje. Aunque al principio nos temíamos lo peor, se comportaron muy bien para su edad y nos hicieron el viaje más entretenido.
Durante el viaje a las ruinas tanto a la ida como a la vuelta, tuvimos que atravesar El Alto - otra ciudad a las afueras de La Paz, también de 2 millones de habitantes- y que nos pareció un caos de trafico, ruidos, atascos y puestos callejeros.
A la vuelta decidimos bajarnos del minibús nada más entrar en El Alto, para evitar el atasco y hacer el recorrido hasta el centro de La Paz en teleférico. Desde arriba El Alto sigue siendo una ciudad caótica pero tiene su encanto verla sin ruido ni atascos. Casas de ladrillo a medio construir con otras casas que parecen asiáticas y que, según nos contaron, son las casas de los nuevos ricos de El Alto, todas mezcladas de forma anárquica y sin un aparente plan de urbanismo.
De vuelta en La Paz, salimos a cenar en sábado por la noche, tuvimos la suerte de atravesar el centro de La Paz en uno de los días previos al 1 de noviembre el día de Halloween. Nos encontramos en medio de un agradable y divertido caos, una cantidad inmensa de gente disfrazada yendo y viniendo de los sitios de fiesta y visitando los puestos de comida qué estaban por todas partes.
Al día siguiente domingo, por la mañana lo dedicamos a visitar tranquilamente el deteriorado pero interesante centro de La Paz. Empezamos nuestro recorrido en la preciosa Plaza de Murillo, desde donde fuimos a la calle colonial de Apolinar Jaén, desde allí y siguiendo el sonido de una música alegre nos encontramos con un desfile enorme, con muchísima gente ataviada con diferentes trajes. Pareciera que fuera como de las diferentes clases sociales de la época colonial, así se veían unas señoras elegantemente vestidas del siglo XVIII y otras vestidas con otro tipo de traje como si fueran trajes regionales antiguos. El ambiente era festivo y alegre, mientras en la calle mucha gente les animaba y les seguía.
Después de este desfile nos fuimos a la zona turístico-comercial. Uno de nuestros objetivos era ir al mercado de las brujas pero este está cerrado los domingos así que nos entretuvimos visitando y comprando en los puestos de las calles Sagarnaga y Linares. Están techadas con paraguas, mantones, mantas entretejidos entre si y de un gran colorido. Son calles donde puedes comprar las cosas típicas de Bolivia. Después fuimos a la Avenida 16 de Julio, donde está la estatua de Simón Bolívar, también súper animado. La verdad es que La Paz nos sorprendió gratamente por la animación que había en las calles al menos el fin de semana. Comimos en el café Banais una sopa de maní que es típica de allí exquisita y después paseamos subiendo y bajando las cuestas que caracterizan a esta ciudad y que, dependiendo de la adaptación que tengas a la altura, te costará más o menos esfuerzo.
Por la tarde nos fuimos al aeropuerto que está en El Alto y cogemos nuestro vuelo a Santa Cruz, ya el preludio de que nos despedíamos de este gran país porque al día siguiente cogeríamos el vuelo de regreso a España
Esa noche en Santa Cruz nos alojamos de nuevo en el Hotel Cosmoplitano que era ya como si fuese nuestra casa y nos fuimos a cenar al restaurante La Vaca Morena a comer una buena carne típica de Bolivia
Lunes 30 de octubre, cogemos nuestro vuelo y dijimos adiós Bolivia, agradecidos por haber realizado un viaje precioso e inolvidable por estas tierras y con todas las combinaciones que hizo Agustina habiendo salido a las mil maravillas.
Gracias por este blog tan detallado y hecho con tanto cariño. Muchas ganas de ir para Bolivia y disfrutar de vuestras experiencias
ResponderEliminarMuchas gracias a ti por tu amable comentario
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